Provocar lo temido

En cierta ocasión, me encontraba con mis hijos en una pista de esquí, en el sur de Argentina. Viene a mi memoria la extensión nevada, la claridad de ese día y un pequeño pino perdido en la vastedad. De pronto fijé mi atención en un esquiador que se deslizaba temeroso, con visible impericia para el deporte. Advertí que su mirada no podía dejar de reflejar con nitidez ese pequeño y solitario árbol, y supe de inmediato que, en su deslizamiento, embestiría directamente contra ese obstáculo. Sin embargo, la práctica del razonamiento me desvió de esa certeza. Entonces pensé: «Se requeriría de una destreza extraordinaria y de un agudo sentido de la dirección para poder coordinar perfectamente la trayectoria con el objeto contra el que embestir. Definitivamente imposible.» Pero la realidad supera toda espectativa lógica. El hecho es que, contrariamente a todo lo pensado, el esquiador se dirigió directamente al pino en cuestión. Y se estrelló.
Claudia NOSEDA, en «Antiestrategias».

 

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